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Gracias, señor Rajoy; gracias, señor Mas

 | La Vanguardia
Antonio Garrigues Walker

Era enteramente previsible que el reciente encuentro entre el Presidente del Gobierno Español y el Presidente de la Generalitat Catalana no tuviera, al menos “prima facie”, resultados claramente positivos. Después de un largo año de ausencia de encuentros auténticos (todos los que han tenido han sido ocasionales o accidentales y además incómodos) y en el ambiente radicalizado y tenso que habían generado unos “diálogos” a través de unos medios de comunicación cada vez más sectarios, no podíamos esperar mucho más. Un acuerdo completo era un objetivo absolutamente irreal. Hubiera sido incluso sospechoso.

 

Hay que celebrar como se merece esta primera reunión seria y válida, y dar por seguro que ha sido un paso indispensable, un paso decisivo en el proceso de búsqueda de una o varias soluciones que permitan una convivencia civilizada durante un largo periodo de tiempo, asumiendo desde ahora, sin reservas ni pudores, que este tema nunca encontrará una solución definitiva. No es sólo, en palabras de Ortega, un tema a conllevar. Es un tema a revisar y a reconsiderar con carácter periódico y de forma permanente. Es así y no puede y no va a ser de otro modo. Los nacionalismos auténticos –y el catalán lo es– generan una actitud reivindicativa infatigable e inextinguible hasta alcanzar, en su día, el objetivo final y permanece aún después de alcanzarlo.

A partir de ahora la sociedad civil en su conjunto tiene que estar dispuesta con sus mejores ánimos a facilitar entendimientos y consensos entre las fuerzas políticas, incluyendo especialmente a ERC, un partido clave que tiene que asumir un protagonismo más responsable y más comprometido en el proceso que vamos a vivir. No puede limitarse a jugar a la contra y a intentar beneficiarse –hasta ahora con éxito- de incompetencias y errores ajenos. Esa actitud ya no lo será rentable. Hemos entrado en un nuevo momento político en el que la ciudadanía ya no tolerará –ni a ERC ni a nadie- más juegos tácticos a corto plazo ni más demagogias burdas. Sin caer en exigencias utópicas exige un mínimo de grandeza de miras.

Las consecuencias del escándalo de Jordi Pujol y el conjunto de su familia –que sólo están comenzando y que pueden alcanzar tintes dramáticos– van a complicar de manera muy negativa todos los diálogos entre España y Cataluña, pero no puede ni debe paralizar el debate soberanista en curso. Es importante llegar hasta el final. Es importante que se conozcan todas las posiciones y todos los objetivos. Es especialmente importante que la ciudadanía española y sobre todo la catalana reciban, al fin, información honesta y realista sobre las consecuencias y los riesgos a los que conduciría un enfrentamiento total y la toma de decisiones al margen de la legalidad constitucional.

Lo que parece obvio en estos momentos es que el referéndum del 9 de noviembre no es viable en forma alguna y, por ende, debe ser suspendido con prontitud por las fuerzas políticas que lo han convocado. Ese proceso ya está contaminado por completo y sería realmente absurdo mantener un juego irresponsable y pernicioso desde todos los puntos de vista. Ya no es sólo un tema de legalidad o ilegalidad, por importante que sea la cuestión. Es un tema, que desde ahora hasta el 9 de noviembre –pasando por la diada y el referéndum escocés– va a encender un debate en el que la objetividad –aun en su grado mínimo– desaparecerá por completo. La mentira –en el mundo político se ha sacralizado el derecho a la mentira– dominará por completo el escenario y no habrá un solo día de descanso ni de reflexión con la aparición de nuevos escándalos, y permanentes acusaciones mutuas. La propia ERC será la primera fuerza política en aceptar que en estas condiciones el referéndum sería una farsa estéril y un error político absoluto porque el resultado carecería de significación política o sociológica alguna. Al final el pragmatismo se acabará imponiendo.

No es este tiempo tampoco para tomar decisiones en caliente, ya sea en forma de anunciar coaliciones políticas de partidos soberanistas o elecciones anticipadas plebiscitarias o cualquier otra idea en esta línea. Todo ello se puede y se debe estudiar con calma. Es tiempo –hasta las próximas elecciones autonómicas como mínimo– para recuperar el aliento y el ánimo y dar prioridad absoluta al bien común y al interés concreto de los ciudadanos españoles y catalanes. Si se radicaliza más la situación nos encontraremos nacional e internacionalmente en una situación deplorable y daremos una imagen que no nos merecemos, como ya hemos comprobado en las primeras reacciones de la prensa extranjera.

El resumen que ha hecho Artur Mas del encuentro con el Presidente Rajoy tiene que ser valorado muy positivamente. El diálogo permanece abierto. Ahí está la clave. Hay que insistir insistentemente en que la democracia es un sistema que permite vivir y convivir en desacuerdo y que ello solo se logra aceptando que el otro suele tener tanta o similar razón como uno mismo.

Hagamos bien las cosas a partir de ahora. Ya hemos asumido en exceso riesgos absolutamente injustificables. Demostrémonos dentro de España y demostremos al mundo entero que somos gente civilizada que ha sido capaz de superar como ningún otro país europeo todas las dificultades de una crisis especialmente profunda y dolorosa y que es ahora juntamente con Alemania un motor de crecimiento de la Unión.

Este debate entre Cataluña y España lo resolveremos con elegancia y con dignidad. Gracias de verdad Presidente Rajoy. Gracias de verdad Presidente Mas.