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Los ‘data centers’ como elemento esencial en la economía digital. Retos y nuevos horizontes

España - 
Alejandro Padín, socio responsable del área de Economía del Dato, Privacidad y Ciberseguridad de Garrigues

Un centro de datos (data center) es la ubicación física donde se almacena información y permite que existan y se desarrollen los servicios en la nube (cloud services). Aunque esta descripción parece simple no lo es en absoluto, si tenemos en cuenta que “la nube” es la propia economía en la actualidad. 

Analizamos a continuación la importancia de estos data centers desde una doble perspectiva: en primer lugar, como elemento fundamental en la infraestructura tecnológica de los prestadores de servicios cloud; y, en segundo lugar, como potencial elemento crítico del desarrollo de los servicios de garantía jurídica basada en certificación digital, incluyendo la identificación electrónica.

Servicios ‘cloud’ en la economía de la información y del dato

Nadie puede ya ignorar que el activo de mayor valor en la economía actual (abandonamos el calificativo de “digital” puesto que la economía en la que vivimos solo es, o fundamentalmente es, digital) es la información. Las compañías consideradas principales o más importantes del mundo desde cualquiera de los criterios de análisis que utilicemos (facturación, beneficios, número de empleados, capitalización bursátil, etc.) son las que han construido su valor sobre la base de gestionar información y, en muchos casos, información exclusivamente personal. Esta realidad es el motivo por el que se ha acuñado para la economía global actual el nombre de “economía de la información” o “economía del dato”.

En paralelo a esta realidad se da otra en el ámbito operativo, y es que la utilización de herramientas tecnológicas en las empresas, organizaciones y agentes económicos se ha trasladado y continúa haciéndolo desde el mundo físico (on premise) hacia esa nueva forma de utilización que son los servicios en la nube o servicios cloud.

Tenemos, por tanto, dos realidades indiscutibles: la existencia de un activo de gran valor como son los datos y la irrupción imparable de los servicios cloud como tendencia mayoritaria en la selección de soluciones tecnológicas por los operadores económicos.

Sentadas estas bases veremos, a continuación, qué relación tienen el dato como activo de valor, los servicios cloud y un data center.

‘Data centers’ como pieza fundamental de servicios ‘cloud’

El nombre de servicios cloud ha sido uno de los mayores aciertos del marketing sectorial de la historia. Si a alguien se le ofrecen servicios “en la nube” todo parece perfecto. Da la sensación de que el cliente de servicios tecnológicos en la nube no tiene que preocuparse por nada, porque sigue pudiendo disfrutar de todo el servicio tecnológico (sea software, plataforma, infraestructura…) y, además, todos los problemas desaparecen: no hace falta espacio ni energía, no hacen falta técnicos de mantenimiento, no se ensucian los equipos, no hace falta refrigeración ni consumo eléctrico, no se bloquea el sistema, todo parece limpio, aséptico, etéreo, ligero… Además, la información ya no ocupa espacio en nuestros sistemas, se “evapora” como por arte de magia y la tenemos disponible de forma permanente y continua, segura, sin riesgos. Y lo cierto es que, con ciertos matices, todo eso es una realidad, pero no como consecuencia de que el servicio cloud sea un servicio etéreo prestado desde la troposfera. Muy al contrario, el servicio cloud es un servicio que se presta mediante una conexión a través de redes de telecomunicaciones entre nuestros equipos y la infraestructura tecnológica del proveedor. En esa infraestructura remota es donde se almacenan los sistemas y la información de nuestro negocio y es esa infraestructura, precisamente, la construida por el prestador de los servicios cloud o para su uso por el prestador de servicios cloud. Todo ello permite a la empresa utilizar recursos tecnológicos “como servicio” y bajo demanda, lo que le procura mayor flexibilidad y le habilita a canalizar los costes por uso como gastos (OpEx) en lugar de como inversiones (CapEx).

Si no fuera por aquel acierto de marketing, el servicio actualmente conocido como “en la nube” podría perfectamente denominarse servicio en el sótano, puesto que se trata de alojar la infraestructura tecnológica que nos da servicio, así como toda la información que se almacena y procesa en ese servicio, en un sótano o un edificio propiedad de un tercero. Pero ese nombre no sería tan atractivo.

Vemos, por tanto, que el data center es una pieza clave en la prestación de servicios en la nube y que, a medida que estos servicios crecen en popularidad debido a sus ventajas, las necesidades de espacio y equipamiento son también cada vez mayores. Independientemente del tipo de servicios cloud que se vayan a prestar (nube pública, híbrida, privada) o del enfoque del data center (hyperscale para grandes proveedores, colocation para middle market, Edge para servicios especializados o de mayor cercanía y latencia), estamos ante un sector en evolución ascendente y con crecientes oportunidades que se desarrollan al amparo de la regulación de la economía digital.

Perspectiva regulatoria y valor como activo esencial para la economía

La economía del dato, de la información… en definitiva, la economía en la que vivimos y de la que vivimos está liderada por empresas que, como decíamos, construyen su valor sobre la gestión directa o indirecta de información y datos. Cuatro de las cinco empresas más grandes del mundo por capitalización bursátil en 2024 son empresas digitales o tecnológicas, seis de las diez primeras. La gran mayoría de las cien principales compañías por capitalización son tecnológicamente dependientes o utilizan servicios en la nube de forma intensiva.

Como hemos dicho, los data centers son la infraestructura donde se almacenan los equipos y los sistemas esenciales para la prestación de servicios cloud. Teniendo en cuenta que “la nube” no es una nube sino un sótano o un edificio, vemos cómo esta pieza resulta esencial en los flujos económicos de los servicios cloud.

Por otra parte, los data centers siempre van a tender a ubicarse cerca del usuario, por motivos tanto tecnológicos como regulatorios. Desde el punto de vista tecnológico, la evolución de determinadas soluciones exige unos requerimientos de latencia muy baja, lo que va a requerir mayor cercanía entre la fuente de los datos y de las herramientas de procesamiento y el usuario. Desde el punto de vista regulatorio, especialmente en la Unión Europea, existe normativa que obliga a mantener los datos y a tratarlos dentro del territorio de la Unión, con exigencias muy rigurosas para poder trasladar esos datos fuera del territorio comunitario. Esta normativa ha tenido un efecto creciente, ya que muchas empresas, especialmente en sectores críticos, exigen a sus proveedores de servicios cloud que tengan los datos almacenados dentro del territorio de la Unión o, incluso, del propio país. Si, tal como hemos visto, el data center es el elemento del servicio cloud donde se almacenan los datos, para cumplir esas exigencias tendrá que estar ubicado, necesariamente, en el territorio del país o de la Unión.

De ello se derivan, adicionalmente, otras necesidades en el ámbito jurídico, puesto que la ubicación en determinado territorio de un data center, una vez entendemos su importancia, hacen recaer sobre estas infraestructuras la normativa que se aplica a la seguridad de la información (como en la UE, la Directiva NIS 2, el Reglamento DORA y otras directivas y reglamentos de ciberseguridad) o a la privacidad de los datos (RGPD y normativas sectoriales).

Futuro del ‘data center’ como pieza de la garantía jurídica digital

Lo explicado hasta aquí ya nos permite ver el valor y la importancia de los data centers en la economía, pero hay más. Terminamos con una idea futurible pero no menos atractiva e importante que la anterior.

En la evolución de la economía digital, de la información o del dato, la siguiente estación es la de la seguridad digital y la identificación digital. A medida que la economía tradicional se va trasladando y terminará por asentarse en la nube, resulta esencial terminar de consolidar en ese ámbito la seguridad jurídica necesaria, en equivalencia a la que existe en el mundo físico. Para ello, resultan fundamentales los servicios de acreditación de la identidad mediante tecnología basada en certificación digital, que en la Unión Europea se regulan en los reglamentos eIDAS y eIDAS 2.

Esta regulación establece que la acreditación de la identidad mediante el uso de certificados electrónicos cualificados o la acreditación de eventos y documentos digitales mediante el uso de certificados de tiempo cualificados tienen igual valor legal que el mismo acto jurídico realizado en el mundo físico. Por poner un ejemplo que haga esto entendible, un contrato firmado con firma digital cualificada (basada en un certificado electrónico cualificado) tiene pleno valor legal, siendo esa firma equivalente a la firma manuscrita, pero, además, con presunción de veracidad en caso de impugnación por terceros. Igualmente, un documento electrónico (escrito, gráfico, audiovisual…) al que se incorpore un sello de tiempo cualificado es prueba eficaz con pleno valor jurídico del acto que se incorpora a ese documento electrónico, con presunción de veracidad.

En este entorno, resulta fundamental decidir dónde se incorporan esos certificados electrónicos y, sobre todo, quién los incorpora, ya que es necesario que participe una entidad regulada, un tercero de confianza oficialmente cualificado que emita esos certificados reuniendo todas las formalidades y requisitos exigidos por la normativa para que ese acto tenga la máxima validez legalmente prevista. En este sentido, si la emisión de los certificados se une al almacenamiento de la información o al procesamiento de esa información en el propio data center, estaremos convirtiendo a estos centros en pieza directamente inherente a la confianza digital y a los servicios tecnolegales que son el futuro de la economía.

Ello implicará la necesaria colaboración entre entidades de confianza reguladas, emisores de certificados electrónicos cualificados, y los promotores o gestores de data centers. Para elevar la potencia de esa alianza, se deberán incorporar especialistas en regulación que asesoren en la forma de dar solución a los problemas de seguridad jurídica digital, dando una capa de garantía legal a la solución tecnológica conjunta.

Sirva este artículo para que el mercado reflexione con la vista puesta en el futuro y para que las empresas se aseguren de contar con la tecnología y el asesoramiento legal para conseguir llegar a esa próxima estación e impulsar el siguiente tramo de la ruta de la evolución tecnológica sobre cimientos sólidos y solventes