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La empresa familiar explora vías alternativas de financiación en los mercados de capitales y de deuda

España - 
Naiara Bueno, socia del Departamento Mercantil de Garrigues

Las empresas familiares, pymes en su gran mayoría, han tenido que afrontar en la última década una crisis económica y financiera ante el estancamiento del sistema de financiación bancaria tradicional, lo que ha comportado un endurecimiento de las condiciones financieras y severas restricciones crediticias. En este contexto, Los directivos de empresas familiares deben estudiar sistemas alternativos de financiación, como el acceso a los mercados de capitales y de deuda,  para sostener el crecimiento de sus negocios. 

La crisis económica y financiera que se inició en España en 2008 puso de manifiesto la dependencia de las empresas españolas de la financiación bancaria, extremo que el propio Banco Central Europeo reconoció en su informe Survey on the acces to finance of small and medium-sized enterprises in the euro area, publicado en 2012 y 2013. La falta de liquidez de los bancos y las fuertes restricciones para el acceso al crédito pusieron en jaque las estructuras de pasivo de gran parte del tejido empresarial español y, en particular, las pequeñas y medianas empresas -incluyendo un buen número de empresas familiares, que no pudieron afrontar la falta de acceso a financiación bancaria por razones exógenas a sus propios negocios. 

Antes de la crisis económica las empresas familiares, y en especial las de mediano y pequeño tamaño, no tenían incentivos ni razones para diversificar sus fuentes de financiación; existía una gran oferta de crédito, con buenas condiciones, y las alternativas se presentaban escasas, de difícil acceso y por ende innecesarias. Tras el estallido de 2008, el incentivo de vías alternativas de financiación que redujeran la dependencia del crédito bancario y favorecieran la diversificación de proveedores financieros fue una realidad indefectible. En este sentido, el Gobierno propició una serie de medidas encaminadas a la promoción y simplificación del acceso a la financiación no bancaria mediante la creación, entre otros, de sistemas multilaterales de negociación como el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) y el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF), a los efectos de permitir, por un lado, el acceso a mercados alternativos a la pequeña y mediana empresa, y, por otro, la diversificación de inversión a los inversores institucionales. Una buena puerta, desde luego, para la entrada de la empresa familiar a los mercados de capitales y de deuda, tradicionalmente reservados para grandes compañías y para aquellos otros privilegiados que pudieran asumir los elevados costes de acceso y mantenimiento así como el alto nivel de profesionalización -casi sofisticación- que se requería al efecto. 

Por un lado, el MAB nace en 2008 como sistema multilateral de negociación con el objeto de ofrecer a las empresas de capitalización reducida la posibilidad de acceder al mercado de valores de renta variable, permitiendo su cotización bursátil y, en consecuencia, la opción de obtener financiación mediante la captación de recursos propios a través de la incorporación de nuevos accionistas a través de la colocación de acciones en el mercado, ya sea en el momento de salida a cotización o en sucesivas ampliaciones de capital. Y teniendo en cuenta la simplicidad de requisitos para el acceso a dicho mercado, fácil sería que la empresa familiar pudiera cotizar, venciendo desde luego el efecto de la publicidad que exige cualquier mercado de capitales, pero dotando a la compañía sin lugar a dudas de control, transparencia e información que bien están para el buen orden de toda sociedad de capital que opere en los mercados nacionales e internacionales de hoy en día.

Por otro lado, el MARF nace en 2013 como sistema multilateral de negociación con el objeto de ofrecer a las empresas la posibilidad de acceder al mercado de deuda, mediante la emisión en dicho mercado de títulos de renta fija, como bonos, obligaciones y, en general, valores que reconozcan o creen deuda. Y de igual modo que el MAB, el MARF es buena horma para el ADN de la empresa familiar.

Los datos históricos de ambos mercados demuestran que las empresas españolas no son ajenas a las oportunidades que la financiación alternativa les brinda.  Tanto el MAB como el MARF, desde sus inicios, han experimentado una tendencia continuada ascendente, tanto en el volumen de las empresas presentes en dichos mercados como en número de empresas que empiezan a operar en los mismos, lo que ha supuesto un gran aumento en su volumen de capitalización y emisión, respectivamente. 

Según los datos publicados por la BME Holding, son ya 121 sociedades las que cotizan en el MAB. En MARF, el crecimiento también es continuado y en el primer semestre de 2019 las emisiones realizadas ascendieron a un volumen de deuda de más de 4.500 millones de euros que, a su vez, representa un incremento del 49% con respecto al mismo periodo del año anterior.  

Dichos mercados, ahora sí, igual que el Euronext, se consolidan como fuentes de financiación para pymes, circunstancia que las empresas familiares valoran a la hora de acceder a financiación alternativa, compatible y complementaria desde luego con la bancaria, y que junto con los fondos de deuda permiten equilibrar la estructura de pasivo para que los negocios financiados sean independientes de la suerte natural de los distintos financiadores.

Ni qué decir tiene que una oferta de financiación diversificada permite a la empresa familiar optimizar los costes si se realiza mediante recursos propios, una mayor flexibilidad financiera y una relevante mitigación del riesgo, abandonando la excesiva dependencia del sistema de financiación mediante crédito bancario. Y a todo ello, se le añade (i) la bondad del intangible que supone una mejora en la reputación y credibilidad de la empresa familiar por cotizar en el mercado o contar con la confianza de nuevos financiadores o inversores, (ii) un fluido funcionamiento por la necesidad de instrumentos de control y transparencia y (iii) la profesionalización del gobierno corporativo que dichos contextos reclaman.

A nadie se le escapa, además, que estas nuevas plataformas pueden permitir la asunción de los clásicos retos a los que está sometida la empresa familiar para la continuidad del negocio con el cambio generacional, su profesionalización e incluso la dotación de liquidez para ciertos socios.

Claro está que estos mercados o la financiación directa por fondos de deuda tienen mayores costes de acceso y permanencia que la financiación bancaria tradicional y pueden implicar modificaciones en los sistemas de gobierno y gestión, que delimitan de forma quirúrgica propiedad y empresa, lo cual puede ser de difícil digestión inicial para las estructuras familiares pero no por ello poco recomendable.

En definitiva, la última década ha habilitado sistemas alternativos de financiación consistentes en el acceso para la empresa familiar a los mercados de capitales y de deuda, absolutamente complementarios con la financiación tradicional, que han tenido muy buena acogida en el sector de las pymes y muy válidos por supuesto para la idiosincrasia de la empresa familiar, que ofrecen una serie de ventajas que, cuanto menos, deben ser tenidas en cuenta por los directivos de las empresas familiares en el momento de planificar la estructura de deuda de sus compañías y diseñar las estrategias de crecimiento, teniendo en cuenta el contexto en el que hace tan solo unos días el FMI anunciaba previsiones de desaceleración económica y global. Veremos si las necesidades financieras reales de las empresas familiares para afrontar su crecimiento acaban siendo disruptivas con sus típicos tópicos para favorecer la competitividad respecto a sus pares no familiares, o cuanto menos, que dicha competitividad no se vea lastrada por un menor acceso a fuentes de financiación.